¿Hay alguien ahí?
Nunca subestimes el poder de los hábitos. Luego de convertir una actividad en un hábito, es muy difícil decirle a nuestro cerebro que deje de hacerlo. Aunque eso suene muy genial, ¡también nos puede meter en situaciones incómodas! Un gran ejemplo de eso es el momento incómodo en que el empleado del cine te dice: «Disfruta la película», y tú le respondes: «¡Tú también!».
La historia de esta persona es un gran ejemplo de cómo los hábitos son difíciles de destruir. Tal vez, este muchacho acaba de conseguir su propia oficina y todavía se está acostumbrando a no tener que golpear a la puerta antes de entrar, ¿o, quizás, es canadiense y eso lo convierte en alguien demasiado educado? Nunca lo sabremos, pero espero que se haya dado cuenta de que no hace falta golpear a la puerta antes de salir de una habitación.